lunes, 31 de octubre de 2011

Ecología solidaria.

Para llegar a un fin común es necesaria la colaboración

Esta frase resume la principal justificación de realizar proyectos conjuntos con otras bolsas. “La educación ambiental es una asignatura interdisciplinar”, se escucha día sí y día también en la escuela de formación del profesorado en Lugo. Parece obvio que la educación ambiental es algo que nos afecta a todos, que podemos conseguir entre todos, que está más cerca de lo que nos imaginamos. Solemos pensar que no podemos hacer nada, pero estamos equivocados. A la vuelta de cualquier esquina podemos encontrarnos con una forma de ayudar al medio ambiente. Y, es más, en ocasiones nuestras actuaciones pueden contribuir a algo más significativo. Es este, por ejemplo, el caso que nos ocupa.

Probablemente muchos de nosotros conozcamos la historia de Diogo Farinhoto, un niño luso de dos años que nació sin la mano derecha, por haberla leído en los periódicos o haberla visto a través de otros medios de comunicación. .El torrente solidario en Portugal había hecho que otro niño, con una situación similar, consiguiese una prótesis con algo que todo el mundo considera basura. Todo ello en colaboración con la asociación “Dar a sorrir”.

Esa fue una oportunidad para su familia, que se lanzó a reunir todo tipo de tapas de plástico. Parece sencillo: “Una mano por 19 toneladas de tapones”, dice el titular de La Voz de Galicia. Aunque luego esas 19 toneladas de plástico se convirtieron en 46. Algo que, más allá de hacer que se abandonase la causa hizo que todo el mundo pusiese más empeño en ella. Atravesando incluso la frontera y llegando a Galicia.

Ahora, voy a contaros como la historia llegó a mi. Tal vez en su momento la leí en el periódico, no lo recuerdo. Lo que sí recuerdo es a una niña de cinco años cogiendome de la mano y diciendo: “Tenemos que ayudar a Diogo”. Cual fue mi sorpresa cuando, al preguntar, me explicó que era un niño que no tenía mano. “Su mamá tiene dos, pero el una sola. Y en el cole queremos que tenga dos, para poder pintar y jugar. Tenemos que guardar tapones. ¿Tu me ayudas?” Fue ahí cuando empecé a investigar. Cuando conocí la historia de Diogo, cuando supe que en el colegio de Andrea (el mismo en el que haré las prácticas) tienen una caja donde recogen tapones para “hechar una mano”, y nunca mejor dicho.

Tal vez a algunos nos haya llamado la atención, o nos haya conmovido esta historia. Incluso a alguno puede que le haya apetecido ayudar y no lo haya hecho por no saber cómo. Pero decidme, ¿cuantos de nosotros lo hemos intentado? Y, sin embargo, hay colegios enteros que se movilizan. Gente que lo da a conocer, niños que llegan a su casa y te dan un beso porque le has guardado un par de tapones de plástico para llevar a clase al día siguiente. Porque no nos cuesta nada. Pero lo que para nosotros puede ser reciclar unos cuantos envases de plástico, puede significar devolverle la ilusión a un niño. Solidaridad, bonita palabra. Y a ver quien se atreve a decir que no es la base de la educación ambiental.

Puede que sea una interesante actividad de Aula Verde. ¿No os parece? ¿Cuantos tapones o similares se consumen al día en una residencia universitaria? ¿Qué trabajo puede suponer apartarlos? Ninguno. Hemos decidido, por eso, poner una caja o similar en la cocina para que quien quiera nos eche una mano y contribuír de alguna forma. Dar a conocer la noticia y comenzar por ser un poco más solidarios. Tal vez esa sea la verdadera base del ecologismo: Empezar por darnos cuenta y poner un poco más de nuestra parte.

¿Os apetece echar una mano? Lo que para vosotros es basura, para muchos puede llegar a ser ilusión. E incluso calidad de vida.

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